Entender las Doctrinas de la Gracia, y muy particularmente lo relacionado a la Predestinación, resulta ser un reto para todo cristiano. A partir de nuestra caída en Adán, la humanidad perdió el rumbo y la perspectiva de la vida; encontrar la plenitud en rendirse a la soberanía del Creador no es ya una acción natural al ser humano, pero sí el considerarse cada uno su propio soberano. Esta actitud persiste incluso en aquellos que por su Soberana Gracia hemos sido redimidos. Es por esta razón que George Whitefield dijera que “todos nacemos arminianos”, es decir, todos nacemos entendiendo que hay suficiente bondad en nosotros y todavía más autoridad para elegir nuestro destino. Es precisamente esta idea de soberanía y bondad autóctona la que nos hace renegar del concepto bíblico de Predestinación.
