«Mis pies sobre Peña»

Salmo 40: Confianza a prueba de todo (1)

«Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.»

(Salmo 40.1 RVR1960)

Este salmo es parte de otros cuyo contenido al ser interpretado y/o aplicado en el Nuevo Testamento a Cristo Jesús se reconocen como Mesiánicos. El apóstol Pablo al citar de este Salmo interpreta las promesas mencionadas en los versos 6 al 8 como siendo cumplidas por Cristo Jesús durante su ministerio terrenal:

Por lo cual, entrando en el mundo dice:

«Sacrificio y ofrenda no quisiste;

Mas me preparaste cuerpo.

Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.

Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad,

Como en el rollo del libro está escrito de mí.

Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.» (Hebreos 10.5-10)

Como se puede ver entonces, al interpretar este Salmo no debiéramos sustraernos del contexto de la eficacia del Sacrificio Redentor de Cristo a favor nuestro, pero manteniendo la idea de lo que significó primeramente para David (su escritor humano) y para los que primero recibieron este salmo.

Dos grandes divisiones se observan en su estructura: la primera (desde los versos 1 hasta el 10) narran una hermosa adoración y acción de gracias de David por las cosas que por él ha hecho ya su Dios. La segunda contiene un clamor de liberación, del cual una parte es de nuevo recogida en el Salmo 70.

En el verso uno, David nos recuerda que el gran beneficio de haber esperado en Dios es la confianza de que Él escucha. Sin embargo, David nos muestra cuál es la espera que resulta en bendición: la espera paciente . El Salmo es enfático en la actitud de espera de David (y por tanto nuestra) y una traducción más literal sería «Esperando esperé a Jehová».

Muchas veces nuestra espera es una manera de rebeldía. Nos encontramos detenidos de accionar por que estamos carentes de recursos para solucionar aquellas cosas que nos agobian, y al clamar a Dios no estamos pidiendo otra cosa más que los medios que nos devuelvan el control: dinero para volver a gastar en lo que queremos, salud para emprender lo que deseamos, paz en tiempos de conflictos para obtener nuestro propio descanso, etcétera. Es evidente que la actitud detrás de estas súplicas no es la de esperar pacientemente en Dios y su voluntad, pero más bien la de resignarnos hasta que recuperemos el control de nuestras vidas.

Cualquier resultado de esta «espera impaciente» no resulta en la gloria de Dios ni en nuestro beneficio eterno, y en breve nos encontraremos de nuevo faltos de algo más.

Nuestro Señor Jesucristo es el mejor ejemplo de «esperar pacientemente» en Jehová; la noche en que fue entregado, habiéndose retirado con sus discípulos al Monte Getsemaní a orar, clamaba con tal pasión que su sudor se asemejaba a «grandes gotas de sangre que caían sobre la tierra» (Lucas 22.44). En ese momento el Señor pedía: «Padre, si es posible, pasa de mi esta copa; pero que no sea como yo quiero, sino como Tú» (Mateo 26.39) y luego: » Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad» (v. 42). La oración del Señor no era la impaciente petición de alguien que espera su propio beneficio, de alguien que quiere recuperar el control de su vida y decisiones. ¡Todos los recursos de la deidad estaban a Su disposición!. Sin embargo, invocaba por el favor de su Padre, esperando con paciencia para que la voluntad del Padre, y no la suya, fuese hecha.

La actitud en espera del Señor que consigue su atención es aquella que parte de la obediencia a Él y a su soberana voluntad: la «paciencia» en esta espera no ocurre al principio, de manera espontánea y natural entre los hombres. Es más bien una disciplina que necesitamos cultivar siempre: obedezco, espero, sigo obedeciendo, sigo esperando, entonces soy paciente.

Que logremos «esperando esperar» por la buena voluntad del Padre en nuestras vidas.

Dios nos bendice

2 comentarios en “«Mis pies sobre Peña»

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