
El próximo domingo 5 de Julio los dominicanos hemos sido convocados a las urnas con la intención de elegir al próximo presidente de la República.
No creo que en otro período electoral se involucraran tanto los cristianos evangélicos como en este. De todos los litorales se observan «pastores» que apoyan candidatos en particular, sometiéndose al yugo de los colores del partido, incluso atacando a aquellos que comulgan con el bando contrario, y enfocando lo que consideran faltas, debilidades o pecados en los candidatos opuestos como razones para no votar por este o por aquel. Hemos errado en pretender que «los buenos son los míos y los malos son los otros», cuando aquí «no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno».
Por más que tratemos de ser pulcros cuidando cerdos, en el 99.99% de los casos habremos de ensuciarnos. En el caso de los cerdos, con limpiarse y lavarse basta. En el caso de los políticos no sería tan simple, con mayor exposición y comprometiendo el evangelio al tomar bando por uno o por otro en búsqueda de prebendas y poder.
Tener poder político NUNCA le ha servido a la iglesia cristiana para vivir mejor para su Dios y ser mejores testigos de Cristo, más bien ha sido todo lo opuesto. La iglesia no debería elegir políticos preferidos, pues nos coloca en un lugar errado, tomamos un bando, perdemos la oportunidad de ser la sal y luz para un sector de la comunidad: el que sea opuesto a los candidatos que apoyamos. En su comentario sobre el Sermón del Monte, Martyn Lloyd Jones dice: «Si la iglesia siempre acusa una parte de la sociedad, se está cerrando la puerta a la evangelización de esa parte… Debemos creer que el comunista [es el ejemplo que usa porque era lo contemporáneo para él, nosotros podemos colocar ahí el grupo que entendamos] tiene alma que hay que salvar igual que todo el mundo… En cuanto la iglesia comienza a intervenir en asuntos políticos, económicos y sociales, se pone obstáculos a la tarea evangelística que Dios le ha designado… Que cada individuo desempeñe su papel como ciudadano, y pertenezca al partidos que escoja. Eso tiene que decidirlo el individuo. La iglesia como tal no ha de preocuparse de esas cosas. Nuestra misión es predicar el evangelio y llevar el mensaje de salvación a todos… El problema principal es que hay demasiado pocos cristianos, y que los que lo somos no somos suficientemente sal.»
De lo que somos responsables, conforme a lo que dijo el Señor, es de » hacer discípulos de todas las naciones «, para que el Reino de Cristo sea establecido, cumpliendo la primera de las peticiones en la oración modelo: «Venga tu reino».
Tan enfocados como estamos en los bienestares terrestres nos hemos olvidado de una verdad mayúscula y es que el Reino de Cristo no es de este mundo.
Cuando el Señor fue llevado ante Pilato, una de las preguntas de este para con Jesús (de hecho, la más insistente de sus preguntas) fue «¿Eres tú el rey de los judíos?». Probablemente deberíamos preguntarnos si Jesús es Rey únicamente de los creyentes que comparten los colores de mi partido.
Nuestro Señor siempre ha esperado de su pueblo unidad. Esta unidad no es un asunto geográfico, es un asunto de fundamento: Cristo mismo, el fundamento que no puede ser desechado (1 Corintios 3.11). Esta unidad no es un asunto de oportunidad, es un asunto de objetivo, contenido y razón: es una unidad que proviene del Espíritu del Señor (Efesios 4.3), y que se manifiesta en una teología correcta (Efesios 4.4-6), y entonces en una vida de servicio correcta (Efesios 4.7-16). Es que para Cristo nuestra unidad no es pequeña, se compara con la que comparte Él mismo con su Padre, unidad que hace que los demás conozcan el evangelio del Reino: que el Padre envió a Su Hijo Jesucristo para morir por nuestros pecados, resucitar al tercer día, y ser entonces la causa y el objeto de la salvación, esto es la Verdad:
«Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste» Juan 17.20-21, RVR1960
Jesús mismo no se permitió el desviarse de la meta. Su compromiso con el Padre y Su Misión era más grande que su apego a la vida misma, como se evidencia de su respuesta a Pilato:
«Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.» Juan 18.36-37, RVR1960
Oremos, vayamos a votar por quien en nuestra consciencia entendemos es mejor para todos, no sólo para mí y los míos, pero tengamos muy presente: el día 6 de Julio muy probablemente contaremos con un nuevo presidente, pero Jesús seguirá siendo el Rey en nuestras vidas. Que nuestro compromiso, entonces, no sea con los colores de un partido o con la sonrisa de un candidato, que sea con Cristo, Su Reino, Su Verdad.
Dios les bendice.