
“Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón; y él los tomó de las manos de ellos, y le dio forma con buril, e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.” (Éxodo 32.1–4, RVR60)
Cuando los hechos narrados en este pasaje ocurrieron, había transcurrido muy poco tiempo de la milagrosa liberación del pueblo escogido de una horrible esclavitud en Egipto. Había transcurrido incluso menos tiempo de que llegaran al Monte Horeb, de que Moisés santificara al pueblo y de que el mismo Moisés los escuchara tres veces decir: “Todo lo que Jehová ha dicho, haremos” (Éxodo 19:8, 24:3,7). Sin embargo, aquí estamos, Israel vuelve la espalda a su Dios y Señor.
¿Qué cosas motivan al pueblo de Dios a negarle y separarse de Él? La respuesta parecería ser evidente, pues Israel declara en el verso uno:
Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.
Moisés se dilató, no sabían lo que le había ocurrido. Hay algunas cosas que destacan en la declaración del pueblo que nos ayudan a responder a la pregunta “¿Qué cosas motivan al pueblo de Dios a darle la espalda?”.
- “Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros”; el pueblo no niega la necesidad de Dios en su vida, más bien la afirma. La inseguridad sobre el futuro es innegable, el avance es incierto y hacia una tierra desconocida. Sin ejércitos, con limitados recursos, y sin experiencia en batallas ni en organizar un gobierno comunitario, el pueblo de Israel no se siente autosuficiente como para ignorar la necesidad de por lo divino en sus vidas.
- “… este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto”; el pueblo no ignora la experiencia que ya ha vivido. El pueblo sabe que no ha sido por su esfuerzo que ha logrado llegar a ser libre después de más de 400 años en tierra egipcia, bajo el yugo primero amigable y después cruel de los faraones. Al contrario, cuando Moisés se presentó de parte de Jehová ante el pueblo de Israel en Egipto la actitud de estos fue de cobardía, de indecisión. Sí, ellos eran conscientes de que no eran capaces por ellos mismos de llegar hasta el prometedor presente que ahora vivían.
- “… no sabemos qué le haya acontecido.”; el pueblo no esconde su temor a lo desconocido. El prometedor futuro que se abría ante sus ojos ahora se nublaba al ser ellos incapaces de conocer qué ocurrió con su héroe Moisés, y con tales dudas, avanzar era una tarea que podía estimarse, como poco, de tormentosa.
¿Sabes lo que, a resumidas cuentas, llevó al pueblo de Israel a separarse de su Dios? No eran ateos, no eran escépticos, tampoco se sentían seguros. No fue el temor al futuro o el aparente abandono por parte de su líder Moisés. En términos llanos y simples, Israel no conocía a su Dios, no comprendía su carácter. Se había beneficiado de su poder, pero su ignorancia del Ser de Dios les hacía ver los milagros y no a Dios quien obraba. La confianza de Israel no estaba en el Dios Todopoderoso, pero más bien en un hombre como ellos, en Moisés, a quien podían ver y a quien por seguro procurarían controlar. Como consecuencia les fue fácil atribuir las obras portentosas de Jehová a su siervo, su mensajero Moisés.
Eres parte del pueblo de Dios. Tu ciudadanía costó la sangre del Unigénito Hijo de Dios. Sin embargo, quizás esta pandemia te ha dado la excusa perfecta para alejarte de tu Señor. Reconoces que no tienes el control de tu vida pues ni aún tienes la libertad para transitar las calles de tu pueblo el día y la hora que quieras; entiendes que humanamente hay muchas razones para temer por el futuro que soñaste para ti y los tuyos. Te ha sido fácil sumergirte en la preocupación, en las dudas, y en lugar de buscar el rostro de Dios has preferido invertir tu tiempo en las redes sociales, o en los juegos, o en conversaciones que ni te edifican ni glorifican a tu Señor. Como Israel, has visto a Dios obrar grandes beneficios a tu favor, pero siempre relacionaste esos beneficios con el ministerio de tus líderes espirituales y ahora que ellos no están presentes como antes, sabiéndote débil, atemorizado y necesitado, ¿has fabricado para ti otros dioses?
Israel cambió a su Dios porque no entendieron que Él es Único, que no hay otro que se le compare, porque no le conocieron. Pensaron que sólo se necesitaba confiar y creer en algo o en alguien, y por eso con alegría y orgullo proclamaron: “Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto”.
Ignorar al Señor, separarse de Él, nunca ha beneficiado a nadie, y el pueblo de Israel lo sabría muy pronto (¡3,000 hombres de Israel murieron como consecuencia de este acto!). Alejarte de tu Dios tampoco te beneficiará a ti. Hoy tienes la oportunidad de volver a tu Señor, hoy puedes conocerle más, y de acuerdo con lo dicho por el Señor mismo esta es la honra más alta que pudieras hoy tener para ti:
“Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.” (Jeremías 9.23–24, RVR60)
Dios te bendice.
Vladimir.
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