Pandemia en el pueblo de Dios (3)

Hace algunos días compartía con ustedes sobre lo que a mi entender nos podría dar respuesta a porqué esta pandemia del virus Sars-Cov-2 y la enfermedad más conocida del mundo en este momento, el Covid-19. Analizamos este popular pasaje de 2 Crónicas:

“Si cierro los cielos para que no haya lluvia, o si mando la langosta a devorar la tierra, o si envío la pestilencia entre mi pueblo, y se humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi nombre, y oran, buscan mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra.” (2º Crónicas 7.13–14, LBLA)

Compartimos entonces que Dios en ocasiones castiga a su pueblo de diversas maneras, incluyendo “pestilencia” (un sinónimo de “plaga” en el Antiguo Testamento) para guiarles al arrepentimiento, y que corresponde a la iglesia hoy el procurar entender en qué hemos fallado al Señor para que así podamos arrepentirnos de manera efectiva, para que Él nos perdone y sane nuestra tierra.

Luego, compartimos una reflexión a partir de una de las más grandes apostasías que el pueblo de Dios haya cometido en toda la historia, la ocurrida en el monte Sinaí, cuando Israel muestra su desconocimiento de su Dios y evidencia su compromiso con los líderes humanos, temiendo haber perdido a Moisés reclaman para sí otro Dios. Complacidos por Aarón, quien toma de ellos oro y les hace un becerro, los hombres y mujeres de Israel claman: “Estos son tus dioses que te sacaron de la tierra de Egipto” (Éxodo 32.1-4). Como ellos, muchos creyentes hoy son fieles seguidores de líderes humanos y no del Señor. Los hay de diversos tipos: los que apreciamos la sana y bíblica doctrina, que engrandecemos a Mohler, MacArthur, Piper, Michelén, Núñez, a niveles que ellos mismos se avergonzarían de saber que así les hacemos; también los que aprecian el espectáculo, los “milagros” y las “señales”, que venden su esperanza por un poco de lentejas de prosperidad terrenal. Estos son los más en número y probablemente los más peligrosos, pues sus líderes (Maldonado, Luna, Gebel, Osteen, Hagin, Roberts, Meyer, Dollar, Copeland, entre otros) reclaman un poder cuasi divino, proveniente de una relación con Dios más especial y estrecha que la de los demás hombres, pero que puede adquirirse contribuyendo monetariamente a sus “ministerios”.

Unas pocas semanas después de iniciada la pandemia, Guillermo Maldonado, pastor de la mega iglesia El Rey Jesús en el estado de Florida, supuesto “apóstol”, escritor prolífico y líder fundador del movimiento G12, se atrevía a pronunciar palabras de “autoridad” en las que ordenaba al “virus corona” el desaparecer y ser deshecho “ahora”. No pedía por la voluntad de Dios, no consultaba al Señor sobre cuáles eran sus propósitos en este asunto, simplemente entendió que podía decidir por encima del Altísimo. Conocemos el resto de la historia.

Los creyentes debemos arrepentirnos de mantenernos siempre sustituyendo a nuestro Dios y su Palabra por seguir el canto de sirena de muchos de nuestros más “exitosos líderes” que con sus palabras nos guían cada vez más lejos del Señor. Dios hoy ha enmudecido a estos hombres, ha manifestado la verdad, que no tienen poder alguno, que no pueden colocarse por encima de Él y de sus designios.

En ese mismo texto de Éxodo 32 se nos plantea lo que veo como una segunda razón para esta pandemia; los versos 5 y 6 nos dicen:

Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo: Mañana será fiesta para Jehová. Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse.” (Éxodo 32.5–6, RVR60)

Este es el pueblo que ha jurado poco tiempo antes obedecer al Señor. Moisés descendió al menos 3 veces a compartir con el pueblo las ordenanzas que recibía:

Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado. Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo.” (Éxodo 19.4–8, RVR60)

Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos. Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis.” (Éxodo 20.18–20, RVR60)

Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel.” (Éxodo 24.3–4, RVR60)

Sin embargo, no sólo se hacen un becerro de oro al que ahora llaman “dios”, pero además consideran que es compatible adorar al ídolo y a Jehová. Dios les dijo:

No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.” (Éxodo 20.3–6, RVR60)

Y Jehová dijo a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto que he hablado desde el cielo con vosotros. No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis.” (Éxodo 20.22–23, RVR60)

El pueblo de Dios, voluntariamente y por conveniencia, desobedece la clara Palabra de Dios, sus santos propósitos. Aarón, el líder designado en ausencia de Moisés, es el primero en apartarse de la Palabra de Jehová al convocar al pueblo junto a sus ídolos a “hacer fiesta para Jehová”, y el pueblo gustoso, todos ellos, se levanta muy temprano a ofrecer sus ofrendas paganas, y luego “se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse”.

¡Estas palabras de Moisés son tan actuales! Nunca la iglesia había procurado ser tan bien vista y recibida por el mundo como ahora. El afán de fama y riquezas impera en todas partes. El liderazgo no tiene temor en reinterpretar las Sagradas Escrituras con tal de hacer causa común con los ideales y las enseñanzas del sistema anticristiano, y los hermanos con gusto los apoyan y les siguen siempre que puedan conseguir el comer, beber, regocijarse. ¿Puede la mujer encabezar una iglesia local, predicar y enseñar a los hombres? ¡Claro! Las feministas lo exigen, son populares, así que las prohibiciones escritas por el apóstol Pablo son personales y muestras de una cultura dominada por una masculinidad tóxica. ¿Pueden los miembros de la comunidad LGBTQI casarse a gusto en las iglesias cristianas, ser considerados como miembros de iglesias locales e incluso ordenados al ministerio pastoral? ¡Seguro! Las excusas son las mismas: la cultura de los tiempos bíblicos, Dios condena la promiscuidad y la violación, no el amor ni la manera en que los hombres deciden amar sexualmente. La lista es interminable.

Hoy la Sana Doctrina no es apreciada, la Escritura no es autoritativa en el Pueblo de Dios, es tan sólo una serie de buenas ideas para considerar. La iglesia debe arrepentirse de colocar sus deseos, su “bebida, alimentos y regocijo” por encima de la Dios y su Palabra.

¿Y qué tal tú? ¿Eres de los que siempre responde a la voz del Espíritu de Dios en ti diciendo: “Eso no es nada”, “No es pecado ir”, “No es pecado oír”, “No es pecado tener amigos”? ¿Eres de los que en lugar de ser fiel a la Palabra de Dios te avergüenza el compartirla? ¿Eres de los que esconden su fe para lucir semejantes a los perdidos de nuestro alrededor? ¿Eres de los que ama tanto al mundo y sus cosas (amigos, estudios, bienes materiales, «gozo» en abundancia) que no te importa lo que Dios dice? Si esto hemos sido, hoy nos toca arrepentirnos.

Dios nos perdone, su amor nos discipline, su gracia nos restaure.

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