«Pecadores en las manos de un Dios airado»

"... El resultado fue impresionante. Un extremadamente delgado Edwards leía casi de manera inexpresiva el manuscrito de su sermón, pero las personas quedaron de inmediato convictas de pecado y juicio, y clamaban a voces, preguntando qué debían hacer para escapar de la ira de Dios. Durante toda la predicacion, y aún en las noches en las casas las personas lloraban y clamaban al Señor por arrepentimiento, a la manera de lo ocurrido en Nínive por la predicación de Jonás."