INTEGRIDAD (IV)
“Camina en su integridad el justo; Sus hijos son dichosos después de él.” (Proverbios 20.7, RVR60)
Lo bueno y lo malo de la vida es que aquí, todo lo que se siembra da fruto, florece y se cosecha. Lo feo es que siempre es una opción delante de nosotros.
Lo bueno de la opción de andar en integridad es que, es la manera segura de gustar de lo mejor de la vida aquí, se puede en ella contar con el favor de Dios siempre, la eficacia y eficiencia de su gracia, la solvencia de su providencia, y el cuidado de su instrucción segura por la paciencia y consolación que nos imparte por las Escrituras. Y como si eso fuera poco: Al mismo tiempo que vivimos, les modelamos a nuestros hijos el mejor camino a una vida significativa.
Lo malo: Las posibilidades de que el “terreno” en el cual sembramos la buena semilla de la integridad, no facilite su germinar adecuadamente y que el alma de nuestros hijos y su disposición a asumir la vida con un adecuado sentido de responsabilidad siempre depende bajo Dios, de su adecuada decisión entre la imitación y el evitar. Y ahí, solo el Dios Santo, Justo, Bueno y Soberano es quien decide al margen del modelo ofrecido. Nadie es responsable por lo que encontró o qué tipo de modelo les ofrecen, es responsable él y solo él con lo que hace con ello.
Lo feo de esta realidad son los frutos, consecuentes con las carencias, malas decisiones, pecados, y “Pequeños” errores cuya secuela siempre alcanzarán a quienes en ellos hipotecan su futuro. Es en ese sentido que este proverbio se torna en un consuelo, como una formula simple del buen vivir, y un estimulo a la integridad presente: Nuestros hijos, sus generaciones y sus posibilidades… «Pues sus obras con ellos siguen…cual haya sido…» (Apocalipsis 14:13, II Corintios 5:1-10)
¡Qué el Señor nos ayude! Bendiciones, seguimos orando.
En Cristo:
