Salmo 88: Hemán, ezraíta

Salmo 88: Hemán, ezraíta (imagen tomada del álbum «The David/Asaph Project. Pastoral Psalms)

Al leer este Salmo como la oración que es, el sufrimiento que se nos comparte, es imposible no pensar en el personaje que vive todo esto. El título del Salmo 88 nos dice que el mismo es un “másquil de Hemán ezraíta”, por lo que pareciera que tenemos lo necesario para definir quién es este personaje, pero no es tan simple.

Al repasar los textos del Antiguo Testamento, hay 16 pasajes en los que el nombre “Hemán” es mencionado. Sin embargo, a primera vista, parece que tenemos tres personajes diferentes con el mismo nombre; mientras, el Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado (ed. Clie) y el Nuevo Diccionario de la Biblia (ed. Unilit) los muestra en entradas separadas bajo el mismo nombre, considerando que son dos personajes distintos.

Sin embargo, esto plantea una duda, que algunos consideran una contradicción bíblica. Veamos:

Aun fue más sabio que todos los hombres, más que Etán ezraíta, y que Hemán, Calcol y Darda, hijos de Mahol; y fue conocido entre todas las naciones de alrededor.” (1º Reyes 4.31, RVR60)
Y los hijos de Zera: Zimri, Etán, Hemán, Calcol y Dara; por todos cinco.” (1º Crónicas 2.6, RVR60)

A primera vista resulta al menos curioso que en estas dos listas de nombres se mencionen tres con el mismo nombre y ascendencia (de Etán se nos dice en Reyes que era “ezraíta”, y esto que significa que es descendiente de Zera) y el último, Dara, es muy similar al mencionado en Reyes por lo que algunos comentaristas consideran que es una falta cometida por el escritor. La pregunta que se plantea es: ¿son todos integrantes de la misma familia? La respuesta más simple es que sí: las evidencias internas, es decir, el orden en que se escriben los nombres que indica usualmente el orden de nacimiento o importancia en la familia, ademas de su similitud, es común en la cultura oriental, y hacen que sea muy poco probable que se refiera a dos familias diferentes. Es más probable que Mahol y Zera sean la misma persona. 

Esto nos permite afirmar sin duda alguna que hay al menos dos personajes llamados Hemán en las Sagradas Escrituras, pero, ¿cuál de ellos es el escritor de este Salmo?. El Salmo, como vimos, dice que fue escrito por “Hemán ezraíta” y parecería que es el mismo personaje del que habla el escritor de Reyes. El problema es que el escritor de este  Salmo es Levita (1 Crónicas 15.17-19), por lo que no puede ser el mismo Hemán (lo mismo aplica para Etán, que es nombrado como el escritor del Salmo 89, en su título). La solución al problema planteado tiene que ver con el significado del término “ezraíta”; una de sus acepciones hace referencia a algo o alguien que se encuentra plantado, enraizado, por lo que al ser utilizado en para referirse al levita cantor y escritor del Salmo 88 parece significar no que es del linaje de Zera pero más bien su posición como líder en la adoración en el templo.

Dicho esto, entonces, podemos revisar quién era este Hemán, y así conocer de su vida, y  de ser posible cuál era su tribulación.

De la primera mención de este personaje, reconocemos a alguien que desde su juventud servía al Señor (recordemos que como levita era parte de la tribu sacerdotal, responsable por la adoración y el servicio al Padre en el tabernáculo y en el templo) y que por ello fue seleccionado por el rey y por sus compañeros levitas para trasladar el Arca del Pacto apropiadamente: 

Estos son los que David puso sobre el servicio de canto en la casa de Jehová, después que el arca tuvo reposo, los cuales servían delante de la tienda del tabernáculo de reunión en el canto, hasta que Salomón edificó la casa de Jehová en Jerusalén; después estuvieron en su ministerio según su costumbre. Estos, pues, con sus hijos, ayudaban: de los hijos de Coat, el cantor Hemán hijo de Joel, hijo de Samuel…” (1º Crónicas 6.31–33, RVR60)

Además, desde el punto de vista técnico-vocal, era un excelente músico y cantante, lo que indica su responsabilidad, pasión y entrega a Dios y su obra y ministerio; esa es la razón por la que fue seleccionado por el rey David para ser parte de los responsables por la adoración en comunidad de todo el pueblo de Israel en el Tabernáculo):

“… y con ellos a Hemán, a Jedutún y a los otros escogidos declarados por sus nombres, para glorificar a Jehová, porque es eterna su misericordia. Con ellos a Hemán y a Jedutún con trompetas y címbalos para los que tocaban, y con otros instrumentos de música de Dios; y a los hijos de Jedutún para porteros.” (1º Crónicas 16.41–42, RVR60)

Su dedicación, responsabilidad, habilidades y ejemplo sirvieron de modelo para criar a sus hijos en los caminos del Padre Celestial, que le bendijo con 14 hijos y 3 hijas, quienes no sólo ayudaron a su padre (veáse 1 Crónicas 6.33) pero fueron igualmente seleccionados para ser los responsables por la adoración profética, junto a su padre:

Asimismo David y los jefes del ejército apartaron para el ministerio a los hijos de Asaf, de Hemán y de Jedutún, para que profetizasen con arpas, salterios y címbalos; y el número de ellos, hombres idóneos para la obra de su ministerio, fue: De los hijos de Asaf: Zacur, José, Netanías y Asarela, hijos de Asaf, bajo la dirección de Asaf, el cual profetizaba bajo las órdenes del rey. De los hijos de Jedutún: Gedalías, Zeri, Jesaías, Hasabías, Matatías y Simei; seis, bajo la dirección de su padre Jedutún, el cual profetizaba con arpa, para aclamar y alabar a Jehová. De los hijos de Hemán: Buquías, Matanías, Uziel, Sebuel, Jeremot, Hananías, Hanani, Eliata, Gidalti, Romanti-ezer, Josbecasa, Maloti, Hotir y Mahaziot. Todos éstos fueron hijos de Hemán, vidente del rey en las cosas de Dios, para exaltar su poder; y Dios dio a Hemán catorce hijos y tres hijas.Y todos éstos estaban bajo la dirección de su padre en la música, en la casa de Jehová, con címbalos, salterios y arpas, para el ministerio del templo de Dios. Asaf, Jedutún y Hemán estaban por disposición del rey.” (1º Crónicas 25.1–6, RVR60)

Una cosa más es necesario agregar: Hemán (al igual que Asaf, Etán y Jedutún) no era simplemente un gran músico y escritor, era un siervo de Dios, dedicado al servicio y al estudio y enseñanza de la Palabra de Jehová. De él se dice que su ministerio no era sólo tocar instrumentos (1 Cr. 6.31, 15.16), también fue escogido para “para glorificar a Jehová, porque para siempre es su misericordia” (16.41-42), alcanzando favor de Dios para llegar a ser (como el profeta, sacerdote y juez Samuel) “vidente del rey en las cosas de Dios, para exaltar su poder”.

¡Cuantos de nosotros no quisiéramos tener una vida como la de Hemán! Ministerio, reconocimiento de Dios y de los hombres, una bendita vida familiar, hijos enfocados al servicio divino… muchos creerían que tener todo esto sería suficiente para disfrutar de una buena vida, sin padecimientos, o al menos sin padecimientos permanentes. De Job aprendemos que no siempre es así, y ahora también de Hemán. En nuestra mente, un siervo como este merecía una vida libre de sufrimientos, pero es evidente que no fue así. Las pruebas y tribulaciones sanan, purifican y maduran al creyente, su fe, confianza y dependencia en el Señor. Aunque no sabemos el porqué de las pruebas de Hemán, y tampoco la conclusión de las mismas, en otros creyentes y siervos (como Job, Pablo, Pedro, Juan, etc.) reconocemos al Padre Celestial obrando en la vida de sus hijos por medio de las pruebas y tribulaciones.

Si, como Hemán, servimos a Dios de corazón y con fidelidad, pero la prueba y tribulación nos acompañan, no dudemos, no pensemos que hemos sido abandonados por nuestro Buen Padre, no pensemos que la calidad de nuestro servicio y entrega deben ser una garantía para que vivamos una buena vida en el presente, pues nunca seremos tan fieles y buenos como para agradar por completo a un Dios Perfecto en Conocimiento, en Justicia, en Amor, en todo su carácter y obras. Lo que hacemos a causa de nuestro Dios es para Él, para Su gloria, no para nuestro beneficio presente; ese fue el pecado de Job, creer que merecía cuando ninguno merece la gracia y el favor de Dios. Vivamos para Dios, no para nosotros.

Seguiremos explorando este Salmo 88, confiando que el Señor usará lo que estudiamos para Su gloria y nuestro crecimiento.

Dios les bendice.

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