Consecuencias del llamado del Señor aprendidas de la conversión de Saulo (2/2)

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El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco. En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios. Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes? Pero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo. Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo matarle; pero sus asechanzas llegaron a conocimiento de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarle. Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta. Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús. Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía, y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle. Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso. Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo.” (Hechos de los Apóstoles 9.15–31, RVR60)

Introducción

El llamado del Señor es inapelable. En la pasada entrega pudimos conocer en detalle las características del divino llamado partiendo del que recibiera Saulo de Tarso, quien luego llegara a ser conocido como el apóstol Pablo. Pudimos entender que el llamado de Dios no depende de méritos humanos, pues Saulo era un perseguidor de la iglesia, un enemigo de Dios y aun así la gracia de Dios le alcanzó. En el día de hoy podremos profundizar en la elección de Dios y los resultados del llamado divino.

Cuando el Señor encomienda a Ananías el asistir a Saulo en su conversión y este muestra dudas sobre esta misión, el Señor le revela Su propósito al rescatar a Saulo y comisionarlo al ministerio. Las palabras del Señor no pueden ser más elocuentes:

a) “… instrumento escogido me es éste…”

La palabra griega para “instrumento” (σκευ̂ος) se refiere a las vasijas de uso común en las casas del oriente medio en la antigüedad. En su segunda carta a Timoteo, el apóstol Pablo usa esta figura para describir la autoridad que tiene el Señor sobre todos, incluso los que como Himeneo y Fileto “que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos” (2 Timoteo 2.18, RVR60). Pablo nos dice:

Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo. Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.” (2 Timoteo 2.19–21, RVR60)

 “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros,” (2 Corintios 4.7, RVR60)

En Romanos, el apóstol Pablo es inspirado por el Señor para utilizar ambas expresiones (“instrumento” y “escogido”):

… pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama… Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?” (Romanos 9.11, 19–24, RVR60)

De nuevo podemos comprender que la elección es un acto soberano de Dios, que no depende de nosotros, y que el papel que nos corresponde jugar es el de ser instrumentos, por lo que debiéramos limpiarnos y prepararnos para ser las mejores y más útiles vasijas que podamos ser.

Jesús dijo a sus discípulos:

No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.” (Juan 15.16, RVR60)

b) “… para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel”

En el caso de Saulo, su misión consistiría en anunciar el Nombre de aquel a quien antes perseguía, de aquel a quien no pudo reconocer cuando se le apareció por primera vez camino a Damasco.

c) “… le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre”

Sus padecimientos por causa del Evangelio fueron bien documentados por Lucas en el libro de los Hechos, y por el mismo apóstol en sus cartas (ver especialmente 2 Corintios 11.16-31)

En los siguientes versos podemos notar los efectos inmediatos, las consecuencias del llamado de Saulo en su propia vida, en la vida de la iglesia y en la vida de la comunidad perdida. Es mi oración sincera que Dios pueda hablarnos en esta mañana, y comunicar esperanza a nuestras vidas al conocer que las mismas cosas nos ocurren o nos deben ocurrir a nosotros.

Desarrollo

El llamado de Dios nos afecta personalmente

Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco. En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios.” (Hechos de los Apóstoles 9.17–20, RVR60)

Pablo recibe del Señor no tan sólo un llamado a ser un instrumento útil y escogido, pero también es limpiado de sus impurezas y debilidades, y capacitado por el Señor para la tarea, tal como narra el mismo Pablo en su carta a los hermanos en Galacia:

Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba; y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres. Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco. Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor. En esto que os escribo, he aquí delante de Dios que no miento. Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia, y no era conocido de vista a las iglesias de Judea, que eran en Cristo; solamente oían decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba. Y glorificaban a Dios en mí.” (Gálatas 1.11–24, RVR60)

Recordemos que Saulo se encontraba ciego desde el encuentro camino a Damasco, y que por voluntad propia se encontraba en ayunas desde hacía ya tres días. Confundido, meditando en todo su sistema de creencias, y considerando las palabras de Jesús, de repente Saulo se ve sin propósito de vida, sin saber qué hacer ni cómo. Nuestro Señor le capacitó, no le dejó sólo.

Saulo elige bautizarse (bendición espiritual), antes que comer (bendición material), y utiliza los alimentos como medios para estar listo para ir a cumplir con el llamado de Dios para su vida: “En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas”.

El contenido mismo de la predicación de Pablo era una evidencia de su conversión genuina, pues no predicaba de Cristo como un buen hombre, un gran maestro o un profeta iluminado, pues Jesús es eso pero mucho más, Jesús es el Hijo de Dios por naturaleza. Un judío no podía fingir la fe en Cristo, pues de sus labios no podía salir adoración real, reconocimiento de Cristo como Mesías (que es el significado del título “Hijo de Dios”):

Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” (Romanos 10.8–9, RVR60)

Ante las adversidades que enfrenta al cumplir su llamado, Saulo no se rinde:

Pero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo.” (Hechos de los Apóstoles 9.22, RVR60)

Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía, y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle. Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso.” (Hechos de los Apóstoles 9.28–30, RVR60)

En resumen, Dios llama pero también limpia, fortalece y capacita. Saulo compromete y dedica su propia vida para enseñar, predicar a Cristo, sin importar el costo que tenga que pagar por ello.

El llamado de Dios afecta a la iglesia, los discípulos del Señor

Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo”

El llamado del Señor no es para ser estrellas solitarias, es para ser congregación, por lo que la congregación juega un papel vital en el llamado de sus individuos. Es un discípulo, Ananías, quien pone a un lado su miedo y comparte con Saulo el evangelio, y de manera muy descriptiva Lucas nos informa de lo ocurrido: Ananías llega a la casa, ve al enfermo y confundido Saulo y con amor coloca sus manos sobre él y le llama “Hermano Saulo”. Es por medio de Ananías que Saulo recibe la vista y el Espíritu Santo. Es muy probablemente Ananías quien bautiza al recién convertido y le presenta a la comunidad de los creyentes y discípulos del Señor.

No importa a quienes nos dé, nos envié el Señor, sea que nos inspiren temor o repulsión, habremos de recibirles como amados hermanos, ministrarles a Cristo y mostrarles cómo servir y adorarle a Él. No todos aquellos a quienes hemos sido encomendados a servir serán de fácil trato, agradables, pero a todos debemos darnos por completo.

Por esto mismo son los discípulos los que ahora cuidan y protegen a aquel de quien antes huían:

Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo matarle; pero sus asechanzas llegaron a conocimiento de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarle. Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta.” (Hechos de los Apóstoles 9.23–25, RVR60)

Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús. Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía, y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle. Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso.” (Hechos de los Apóstoles 9.26–30, RVR60)

El llamado al servicio divino cambia no sólo a la persona que es llamada: necesariamente debe cambiar a aquellos involucrados con el llamado, haciéndoles crecer a ellos mismos en el amor y el servicio a su Señor y al prójimo.

Dios te bendice.

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