Santiago: Fe en las Pruebas (1)

“Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.” (Santiago 1.6–8, RVR60)

Es importante tener presente que Santiago ya estableció la necesidad de pedir lo que necesitamos para crecer en nuestra vida cristiana. Esto no es extraño, tampoco contradictorio: nuestro Dios, que sabe cada una de nuestras necesidades, quiere que le pidamos:

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7.7–11, RVR60)

Antes de enfocar la manera en que Santiago caracteriza, describe la fe, se nos muestra cómo o qué no es la fe. En este siglo hemos desarrollado una idea de que la fe es algo humano, que tiene que ver con nuestra capacidad de confiar firmemente en que algo o alguien habrá de lograr para nosotros aquello que anhelamos. Creer de esta manera nos lleva a pensar que es el tamaño o la calidad de nuestra fe lo que puede lograr para nosotros aquello que le presentamos al Señor como nuestra necesidad, y por lo mismo hemos desarrollado una creencia de que más que pedir al Señor podemos «arrebatar», «reclamar» de sus manos lo que queremos. Santiago en una sola frase, «Pero pida con fe», nos enseña que esto es algo lejos de la realidad, y que pedir con fe inicia con la actitud del creyente que pide.

Aquí Santiago añade qué tipo de petición debemos presentar delante del Señor y con ella qué tipo de actitud, y por ende cual no. Iniciando con el hecho de la escogencia (sin duda guiada por el Espíritu Santo) hace de la palabra “pedir”. Hay dos opciones en el idioma original: aiteo (αἰτέω) y erotao (ἐρωτάω), y sobre estas dos W. E. Vine describe una diferencia clave:

[La primera] sugiere con la mayor frecuencia la actitud de un suplicante, la petición de uno inferior en posición a aquel a quien se le hace la petición[1]… [la segunda] sugiere con la mayor frecuencia que el que pide está en terreno de igualdad o familiaridad con la persona a la que hace la petición o pregunta.[2]

Hay entonces dos maneras de pedir: la primera (aiteo), la que usa Santiago, como quien ruega, suplica a un superior:

Y Herodes estaba enojado contra los de Tiro y de Sidón; pero ellos vinieron de acuerdo ante él, y sobornado Blasto, que era camarero mayor del rey, pedían paz, porque su territorio era abastecido por el del rey.” (Hechos de los Apóstoles 12.20, RVR60)

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7.7–11, RVR60)

Y la otra (erotao) es como quien negocia con un igual, de manera que tal petición no se diferencia mucho de una exigencia o demanda:

¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.” (Lucas 14.31, 32, RVR60)

Muchos en el tiempo presente quieren acercarse al Señor como iguales y consideran una responsabilidad del Señor responder a sus oraciones siempre de manera afirmativa, tanto es así que han reducido o eliminado toda idea de súplica de sus oraciones, y sustituyéndola por exigencias y demandas abusando de este pasaje de Santiago (relacionado directamente con Mateo 21.18-22, que mencionaremos en breve). D. J. Moo sobre esto dice:

Este texto es uno de los favoritos de esos falsos profetas que proclaman que Dios ha prometido «salud y riqueza» a todos los cristianos, siempre que su fe sea suficientemente fuerte. Pero ni Jesús ni Santiago dicen que Dios nos dé un cheque en blanco que podamos rellenar a nuestro antojo, esperando que Dios lo vaya a dar por válido. La expresión «todo lo que pidan» en las Escrituras solo recoge lo que Dios ha prometido dar a su pueblo (ver el comentario de 5:14). En Santiago esta idea queda clara por la conexión con el v. 5, donde dice que el deseo de Dios es darnos sabiduría. (“Comentario de la Epístola de Santiago”, D. J. Moo)

Sin embargo, en todo el Nuevo Testamento sólo Jesús se dirige al Padre usando “erotao”, como iguales, y sólo los enemigos de Cristo se dirigen a Él usando esta misma palabra, pues procuran igualarse al Señor; algunos ejemplos se muestran a continuación.

Usos de Jesús al dirigirse al Padre:

Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.” (Juan 14.15–17, RVR60)

En aquel día pediréis (aiteo) en mi nombre; y no os digo que yo rogaré (erotao) al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.” (Juan 16.26–27, RVR60)

Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.” (Juan 11.21–22, RVR60)

Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son,” (Juan 17.9, RVR60)

No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.” (Juan 17.15, RVR60)

Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos.” (Juan 17.20, RVR60)

Uso de los enemigos de Cristo al referirse a Él:

Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.” (Lucas 7.36–39, RVR60)

Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa. El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer. Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro? Pero dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio. Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben. Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros. Y él dijo: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis. ¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres! De modo que sois testigos y consentidores de los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso la sabiduría de Dios también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán, para que se demande de esta generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación del mundo,” (Lucas 11.37–50, RVR60)

Todo lo anterior tiene como propósito demostrar que la primera característica que requiere el creyente al pedir por sabiduría (y por cualquier otra cosa), ¡es humildad! No es cuestión de demandas o exigencias, es cuestión de considerarnos como súbditos que se dirigen a su Amo y Señor; quizá la mejor manera que tengo de ilustrar la actitud correcta en este asunto la vemos en la Escritura misma:

Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido.” (Hechos de los Apóstoles 3.1–10, RVR60)

Entonces, amados y amadas, quiero que entendamos que ante el Señor debemos ir con la humildad de un limosnero. Las intercesiones de los apóstoles en el Nuevo Testamento al Señor siempre son conforme a esta verdad:

Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual,” (Colosenses 1.9, RVR60)

Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él. Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.” (1 Juan 3.21–23, RVR60)

Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5.14–15, RVR60)

Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Efesios 3.20–21, RVR60)

Dios les bendice.


[1] Vine, W. E. (1999). Vine diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

[2] Vine, W. E. (1999). Vine diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

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